NO A LA GUERRA, POR LA PAZ Y EL DESARME
Los atentados, de oscura autoría, perpetrados el 11 de septiembre de
2001 en Estados Unidos abrieron una nueva época, que el presidente imperialista
George Bush llamó de “guerra permanente en cualquier oscuro rincón del
planeta”. Desde entonces, los ejércitos oficiales de los países de la OTAN
(Estados Unidos, España, Francia, Inglaterra, Alemania, Italia, Turquía, etc) y
los no oficiales (mercenarios entrenados, armados y financiados por esos mismos
países) agreden e invaden países soberanos sin darse un día de descanso,
habiendo asesinado a casi dos millones de personas, destruido países enteros y
derrocado a algunos de sus gobiernos.
Afganistán, Irak, Somalia, Libia, Mali, Chad, República Centroafricana,
Costa de Marfil, Yemen o Siria son los escenarios más visibles de esa guerra
permanente, cuya declaración se adelantó a la profunda crisis que corroe al
capitalismo, crisis que lo hace más peligroso, aventurero y necesitado de la
guerra para sostener el valor del capital y controlar recursos y zonas de
influencia en violenta disputa entre competidores capitalistas.
Los atentados del pasado 13 de noviembre en Francia le vienen como
anillo al dedo a esta necesidad bélica del gran capital. Quienes los ejecutan,
sean cuales sean sus motivaciones, trabajan objetivamente para los planes del
imperialismo, llevan el agua a su molino. Así lo demuestra la espiral agresiva
combinada puesta en marcha horas después. La violación del espacio aéreo sirio
y el bombardeo de su territorio, pisoteando el derecho internacional y la
soberanía siria, ponen a las claras un estado previo de preparación para la
intervención que esperaba el pretexto que la justificara ante una opinión
popular mayoritariamente contraria a la guerra, opinión cuya horadación ya
había sido iniciada tras el atentado a la revista Charlie Hebdo. En ese
contexto de anestesia popular, al despliegue militar exterior se une el ataque
frontal a las conquistas democráticas elevando los niveles represivos de la
legislación y la acción policial.
La intervención rusa, de conformidad con el Estado sirio, en la guerra
impuesta al país árabe aleja la posibilidad de derrocar al firme gobierno
sirio, sin lo cual se frustra el objetivo pretendido por la OTAN e Israel de
trocear Siria e Irak en pequeños Estados vasallos suministradores de petróleo.
La resistencia, durante más de 4 años, del gobierno sirio, capaz de mantener
bajo su dirección a la mayoría del pueblo y del ejército, ha obligado a los
agresores -entre los que están lo más reaccionario del mundo árabe- a ir al
plan B (bombardeos, violando el derecho internacional) y a preparar el plan C
(la invasión militar terrestre), al que crean las condiciones favorables de
opinión pública los atentados de París y la previa campaña de manipulación de
los miles de refugiados que hicieron llegar a las fronteras de la Unión Europea
incentivando la salida de Siria y otros países afectados de la población joven,
formada y dinámica -robo de cerebros (por cierto, cumplido el objetivo,
proliferan las vallas y el cierre de fronteras).
Esa invasión terrestre se ha frenado, de momento, porque la acumulación
de conflictos en la región de Oriente Próximo ha provocado la modificación del
escenario de alianzas, pasando Rusia a jugar el papel de potencia moderadora,
con la asistencia significativa de Irán e, incluso, de China. No es un dato
baladí que los gobiernos iraquí y ruso hayan acordado que el centro regional de
coordinación de la información esté en Irak, donde también se ha autorizado el
uso de una base aérea por la aviación rusa.
La lucha contra la guerra, por el desarme y la paz adquiere la máxima
urgencia para todos los pueblos del mundo. Las señales que anuncian una gran
conflagración mundial llegan casi a diario. Tenemos que pararla.
Artículo publicado en el Boletín "Puente" (diciembre, 2015), editado por la Plataforma Canaria de Solidaridad con los Pueblos
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